¿DÓNDE PODEMOS ENCONTRAR LA FELICIDAD?

Uno de los principales mitos de la felicidad es el creer que las grandes cosas nos influyen más que las cotidianas. Numerosas investigaciones desmontan esta creencia: «La felicidad es fugaz, está en el día a día. Que se nos queme el pollo en el horno o estar inmersos en el tráfico nos hace más infelices que grandes y temidos momentos, como puede ser sufrir un accidente con tu auto».
Pero el experimento del que salimos peor parados en cuanto a felicidad se refiere es el que demuestra que somos más felices haciéndolo mal, pero mejor que otro, que haciéndolo bien. Sonja Lyubomirsky, psicóloga y autora del libro ‘Los mitos de la felicidad’, describe en el libro un experimento que llevó a cabo con estudiantes. Pidió voluntarios a los que les entregó unas marionetas y les pidió que interpretaran una pequeña obra de teatro para niños. Cuando terminaron, Sonja les dijo por separado cómo lo habían hecho. A algunos les dijo que lo habían hecho muy bien, pero que el resto lo había hecho aún mejor. A otros les dijo que lo habían hecho mal, pero que los otros lo habían hecho todavía peor. Los segundos voluntarios fueron felices mientras que los primeros estaban abatidos, según explica la autora. Eso, pese a haberlo hecho muy bien. «La verdadera felicidad debe alcanzarse por lo que consiga uno mismo, sin necesidad de que haya que añadirle lo que hacen los demás concluye. Algo que no es nada fácil».
Un reciente estudio publicado en Time incide en esa línea, a través de la sutil relación entre envida, dinero y felicidad. La clave está en una cita de Bertrand Russell. «Los mendigos no envidian a los millonarios, pero, por supuesto, envidian a los demás mendigos a los que les va mejor». Russell hablaba en una época en que los mendigos no tenían acceso a la vida de los millonarios, pero en la época de las comunicaciones y las redes sociales el problema se agudiza. En 2012, un psicólogo de la Universidad de San Francisco, Ryan Howell, elaboró un estudio con casi un millar de participantes a los que entregó una serie de cuestionarios sobre los productos que compraban, las razones por las que lo hacían y cuál era su nivel de felicidad. El estudio concluía que gastamos casi todo el dinero en productos destinados a llamar la atención de los demás, con la consiguiente decepción cuando, aun lográndolo, la felicidad no llega. Cuanto mayor era la motivación de impresionar a otras personas, menor era la sensación de felicidad que producía la adquisición de un producto. Howell, que continúa con el estudio, asegura que cometemos otro error frecuente: elegimos comprar cosas en lugar de experiencias. Lo que no ayuda en nada a nuestra felicidad.
Desde la cuna hasta la sepultura vivimos buscando la felicidad. Estas son algunas de las vías, según distintos estudios:
-La primera sonrisa. Los bebés empiezan a sonreír cuando tienen unas 6 semanas.
-¿Contento o interesado? Hacia los 3 meses comienzan a sonreír ‘con intención’, para obtener respuestas y atenciones por parte de sus cuidadores.
-Los padres, decisivos. El 80 por ciento de los adolescentes y jóvenes que han tenido y tienen una buena relación con sus padres se declaran más felices con la vida en general.
-Adolescentes estresados. Un 30 por ciento de los adolescentes entre 8 y 18 años se declaran estresados por las redes sociales. Pero desconectarse, dicen, les estresa aún más.
-Sexo y aspecto físico. Pasados los 20, las chicas dicen que serían más felices si tuvieran mejor aspecto físico. Los chicos, si tuvieran una mejor vida sexual.
-El altruismo hace feliz… La actitud solidaria dispara respuestas de felicidad en el cerebro; los estudios revelan que el voluntariado es un antídoto contra la depresión.
-… el juego, no tanto. Un importante estudio de 1978 reveló que quienes habían ganado premios de lotería no eran más felices y encontraban menor satisfacción en las actividades cotidianas.
-Lo primero, la salud. Se puede ser feliz padeciendo una enfermedad crónica, pero la vida sana, aeróbica, provoca un subidón neurobiológico. Con salud somos más felices.
-El yoga ayuda. El yoga y las técnicas de meditación ayudan a lograr la estabilidad emocional; los estudios sugieren que la mejor comprensión de la propia persona reduce el estrés.
-Comer también, pero… Un alto porcentaje dice comer para mejorar su estado de ánimo. Es peligroso si lleva hacia la obesidad porque acaba siendo causa de infelicidad en sí misma.
-La importancia de dormir. Sólo un tercio de la población duerme las horas necesarias. Quienes no duermen bien son más propensos a la depresión.
-Ser tu jefe te hace feliz. Cuanto más control tenemos sobre nuestro trabajo, más felices somos. Ser el propio jefe aporta mayor autonomía y satisfacción. Contrapartida: más estrés.
-No pienses tanto. La gente que piensa constantemente en el pasado o en el futuro es menos feliz que la que se concentra en el presente.
-La propiedad tensa. Los propietarios de viviendas están claramente más estresados que quienes viven de alquiler, según las encuestas.
-Las mujeres en igualdad. En países desarrollados con igualdad de género, el porcentaje de mujeres que dicen ser felices es mayor que el de hombres.
-Cómprese un perro. La vinculación entre los animales de compañía y la satisfacción sigue siendo materia de investigación. Diversos estudios sugieren que un perro o gato alivian la soledad y aportan dicha.
-La fe ayuda. Casi la mitad de quienes asisten a servicios religiosos con regularidad dicen ser muy felices, en comparación con el 26 por ciento de quienes nunca o raramente lo hacen.
-Satisfechos de jubilarse. El efecto de la jubilación depende del empleo; los trabajadores con una formación superior son más proclives a declararse satisfechos después de retirarse.
-A la vejez, felicidad. En contra de lo que se suele pensar, nuevos estudios indican que una de las etapas más felices de la vida empieza a los 63 años. Nunca es tarde.