EL CLUB DE LOS CINCO


Escrita y dirigida por John Hughes, la trama de esta película sigue a cinco adolescentes (cada uno representando uno de los distintos clichés de cualquier escuela preparatoria hacia la Universidad norteamericana) que a medida que pasan juntos un sábado castigados , descubren que cada uno de ellos es más profundo que su respectivo estereotipo. Este filme se ha convertido en un pequeño clásico y ha tenido una gran influencia sobre las siguientes producciones cinematográficas para jóvenes.

Muchos de los antiguos fanáticos de Hughes son ahora los que se encargan de forjar los gustos y actitudes de nuevas generaciones a través del entretenimiento popular. Así, Kevin Williamson, creador de la serie televisiva de tanto éxito”Dawson Creek”, ha prácticamente plagiado su estilo y tono al llenar sus películas y series de personajes y situaciones muy similares a los de Hughes. Y desde luego, bajo la excusa de “homenaje” se las ha arreglado para desvergonzadamente re-interpretar los argumentos de las obras clásicas del cineasta Hughes.

Creo que de todas las cintas de John Hughes (como director y escritor), la más importante es El Club de los cinco, pues en ella se elude casi totalmente del argumento romántico (o puramente sexual) para dar lugar a un encuentro de personalidades arquetípicas (bueno, arquetípicas a nivel “high school”) que resulta en una película profunda, compleja, emotiva y extraordinariamente entretenida.
La trama creo que es bien sabida: por diversas transgresiones cinco alumnos de una escuela preparatoria reciben como castigo el pasar el sábado en la biblioteca de la escuela, vigilados por un amargado (y amargante) maestro. Durante ese sábado la fricción entre cinco diversas personalidades causará situaciones inesperadas, que van desde lo magnífico hasta lo ridículo. Por supuesto, al final se da un nuevo entendimiento entre los muy distintos alumnos, pero no por eso la cinta tiene un final feliz… el final es tal vez optimista, pero contiene no poca melancolía, pues hace patente que la amistad forjada por los cinco inadaptados será puesta a dura prueba por los convencionalismos e idiosincracias de la sociedad estudiantil. En otras palabras, ganar una batalla no significa ganar la guerra.
Sin duda que el guión de la película fue cuidadosamente planeado, pues a pesar de contar sólo con un par de localizaciones y de consistir primariamente de escena tras escena de puro diálogo, la película tiene un excelente ritmo, puntualizado por cortes musicales estupendamente escogidos y usados en el contexto de la cinta con el mejor efecto posible.
Sin embargo, la fuerza de El Club de los cinco reside en los jóvenes actores que literalmente poseen sus papeles; Judd Nelson, como el clásico rebelde agresivo que esconde sus resentimientos bajo su aparente apatía; Ally Sheedy como la desadaptada antisocial: ¿alcohólica, drogadicta y promiscua o sólo mentirosa patológica?. Molly Ringwald como la princesa… la niña fresa, de alta sociedad, pero aplastada por la presión de cumplir las expectativas de familiares y amigos. Emilio Estevez como el deportista, acostumbrado a reprimir sus pensamientos por poner más importancia a su desempeño en el campo de juego. Y finalmente, Anthony Michael Hall como el geniecillo que siempre saca diez, pero totalmente carente de facultades para actuar socialmente. Y como antagonista, está Paul Gleason como el profesor amargado que tiene la tarea de supervisar que el castigo se lleve a cabo. Un papel tan trillado hubiera podido convertirse en una caricatura, pero Hughes prefiere balancear la pedantería del maestro con su obvia experiencia en la vida. El choque de los puntos de vista de jóvenes y adultos no es resuelto de manera sencilla… en realidad, no es resuelto. Esta ambiguedad es refrescante en comparación con películas de esa misma época, donde el adulto amargado siempre recibe su merecido de manera poco creíble y sólo para complacer a la audiencia.
El Club de los cinco se mantiene y mantendrá en el recuerdo de muchos como la mejor película de adolescentes que se realizó a mediados de los años 80 y para algunos, entre los que me cuento, una de las obras más notables de toda la década. Su mejor baza son sin duda los personajes, pero esto no tiene ningún valor por sí mismo, sino que lo cobra enmarcado en una situación y en un contexto determinados. Así, lo más interesante de El club de los cinco fue precisamente que John Hughes -director y guionista-, decidió sacar a cada uno de estos arquetipos de su función habitual, reunirlos en un mismo espacio y equipararlos los unos a los otros como a iguales, aislados del grupo que normalmente les da cobijo y soporte. Esta reunión se convertía así en una especie de terapia de grupo en la que cada uno de ellos mostraba su esencia y el papel que normalmente le tocaba desarrollar, tanto en estas películas en las que sus perfiles quedaban reducidos al mínimo trazo, como en la misma sociedad a la constantemente aludían sus personajes. Pero algo más se iba gestando a lo largo del filme y el retrato superficial del arquetipo dejaba paso a otro análisis mucho más profundo, el de una juventud desencantada, cargada de problemas y necesitada de atención, unos adolescentes que, al fin y al cabo compartían las mismas inquietudes, carencias afectivas y desilusiones ante una misma sociedad adulta que les desatendía y les culpabilizaba de sus propios errores, fallos todos que no eran más que el reflejo de sus miserias y la causa de la injusta exigencia de hacer de ellos lo que estos padres nunca fueron.
Recordemos que el personaje de Allison también muestra instintos suicidas, aunque al contrario que Brian, cuyo secreto dolor no ve nadie, ella se esfuerza por mostrarle a todo el mundo que es capaz de llegar a lesionarse, intentando solamente con ello llamar la atención de un entorno, familiar y social, que la ignora completamente. Allison es el personaje más tierno, el más frágil y el que más sufre la realidad que la rodea. Es ella la que realmente, pese a mostrarse arisca y distante en un principio, entrega rápidamente su corazón a los que le muestran una mínima señal de afecto. Por todo ello, este personaje será el que realmente se redima, el que al final se quitará el disfraz.

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