EL HOMBRE ENAMORADO DE LA DUENDE (CUENTO)
En la ciudad de Lima vivía un joven dedicado a la venta de algodón, motivo por el que viajaba continuamente de ese lugar a Ica donde se producía este material y donde tenía una casita. En uno de esos viajes se encontró a un amigo y se puso a libar alcohol con él. Mientras tomaban aguardiente, el amigo le contó que estaba enamorado de una mujer preciosa, la cual siempre veía a la medianoche sentada en la laguna cerca a donde ellos se encontraban pero nunca se había atrevido a hablarle. Ante esto, el joven le dijo que él lo podía ayudar hablándole a la muchacha para luego presentársela. El amigo aceptó y agradeció la ayuda del joven y continuaron libando. Casi cerca de la medianoche, el amigo le dijo al joven que era momento de que él fuera a la laguna pues a esa hora siempre veía a la mujer sentada contemplando la laguna. Luego que el joven la conociera, se la presentaría a su amigo la próxima ocasión que él viniera a Ica.
Conviniendo en aquello, se despidieron y el joven se dirigió a la laguna. Una vez ahí, se acercó a conversar con la muchacha. Hablaron cerca de una hora cuando de pronto la mujer le insinúo para que tuvieran relaciones sexuales. Al principio se resistió pero como al joven le parecía bonita la muchacha, practicaron el acto. Después de éste, la mujer le recomendó que ya no tuviera relaciones maritales con ninguna otra mujer y que también se alejara de su familia. A cambio de ello, la muchacha le iba a dar la buena suerte para que prosperara enormemente en su negocio de algodón. Propuestas a la que el joven ya enamorado accedió.
Desde entonces, no quiso conocer a ninguna otra mujer y empezó a tratar mal a sus padres quienes vivían con él en Lima. Al principio ya no conversaba con ellos como siempre solía hacerlo, luego los hacía sentir ignorantes con todo lo que ellos decían y hacían. Asimismo les puso como obligación que tenían que hacer todos los quehaceres de la casa lo mejor que se pudiera, de lo contrario no les daría dinero para que puedan comer. Esta situación se fue volviendo peor a lo largo de casi un año hasta que un día el joven vino de Ica con un bebé y les dijo que era su hijo y que tendrían que ayudarlo a criar. Los padres quisieron tanto al niño y no se apartaban ni un minuto de él. Con la llegada del bebé, la madre quiso esperar un tiempo para seguir a su hijo a Ica y averiguar qué le pasaba pues cada vez que regresaba de esta ciudad él se comportaba muy mal con ellos. Así que esperó medio año y decidió que en su próximo viaje a Ica lo seguiría. Efectivamente, la madre vio desde una casa vecina que por las noches ingresaba después de su hijo una mujer pero a la mañana siguiente sólo salía del domicilio el hijo y no la muchacha. Un día, decidió ingresar a la casa para ver que es lo que se quedaba haciendo la mujer, más con gran sorpresa no encontró a nadie y más bien percibió un fuerte olor a azufre y que de la pared se habían descolgado sus estampitas de santos.
Alarmada contó del hecho a una comadre, la misma que corroboró lo que la mamá pensaba según las leyendas populares: Se trataba de una mujer duende. La comadre le aconsejó que tan luego viera que la mujer se metía a la casa, ella también se presentara portando un crucifijo de acero. A la noche siguiente, la madre esperó el momento oportuno e ingresó a la casa abrazando a la mujer y agradeciéndole por darle un nieto tan bello.
Relato de Antonio Rodríguez