EL NIÑO GUSANO

En El niño gusano tenemos como protagonista absoluto a Sampei Hinomoto,descrito al principio del cómic como «un chico de aspecto enfermizo que no sabía hacer nada bien». Sampei apenas se relaciona con sus compañeros de escuela, sin que falte el clásico bullying por parte de los arquetípicos matones de patio, y tiene en los animales a sus únicos amigos, incluso adecúa un escondite secreto en un vertedero para darles refugio, cuidarles y visitarles. Como era de esperar su familia no le entiende ni se esfuerza lo más mínimo en ello y su padre, desagradable hasta más no poder, resulta especialmente cruel con Sampei, comparándole con sus otros dos hermanos, mejores estudiantes y, por supuesto, más normales. Es únicamente en su refugio, su particular sancta sanctorum, donde Sampei es feliz, imaginándose cómo sería ser como ellos, ser un pez o un pájaro.
Las primeras 50 páginas transcurren mostrándonos su triste existencia de un modo algo pueril y cargado de tópicos del género, pero que cumplen su cometido. Enseguida empatizaremos con Sampei y sus miserables devenires.
El punto de inflexión de la historia sobreviene tras la picadura de un insecto rojo que él mismo ha vomitado y que le irá cambiando físicamente, remitiéndonos sin demasiadas sutilezas a la «Metamorfosis» de Kafka o a los orígenes de Spiderman. Pero Sampei está lejos de ser un héroe al estilo del trepamuros de la Marvel. Las escenas más desagradables empiezan a sucederse a partir de este punto y también, sin revelar mucho más de la trama, las que rebosan más tristeza.
En el último tramo del manga, se alternan escenas de crueldad hacia los humanos que tanto daño le causaron (tanto como humano como cuando se convirtió en gusano) con etapas de descubrimiento propias del desarrollo de un niño, plasmadas con trazo breve en el viaje de la criatura a una gran ciudad.
Sampei va perdiendo su parte de niño hasta que sólo queda el monstruo en que se ha convertido. Nuevamente no resulta nada original este planteamiento pero del modo en que Hideshi Hino lo desarrolla, casi como un macabro cuento para niños, lo dota de un toque siniestro y efectista. Aquí no hay un viaje iniciático ni el nacimiento de un héroe: todo el cómic es deprimente, como niño era desgraciado, y como gusano también lo es, no llegando a encajar en el mundo de ninguna de las dos formas.
Fuente: www.mentenebre.com